Esta historia trata, de un hombre llamado Robinsón, que naufragó a la orilla de una isla desierta, se sintió ligero saltando de roca en roca. La isla era muy acogedora, la playa al norte, sus praderas húmedas y en el centro el macizo rocoso.
El pobre Robinsón quería abandonar la isla por que se sentía muy solo para comer. Cogió el cadáver de un macho cabrio. A veces cruzaba la isla para ver si algún barco lo recogía para poder ir a su casa. Siempre se fijaba en el arrecife. Robinsón pensaba que le iban a ir buscarle, hizo una gran hoguera con un árbol muy alto, para que un barco le pudiera ver a varios kilómetros de distancia.
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